Parashá para niños - La Gran Salida

Parashá para niños, En la tierra de Egipto, el faraón seguía negándose a dejar ir al pueblo de Israel. Dios le habló a Moisés:

— Ve ante el faraón y dile que si no deja salir a mi pueblo, enviaré plagas aún más terribles.

Moisés y Aarón fueron al gran palacio del faraón y le dijeron:

— ¡Deja ir a los hijos de Israel, o vendrán terribles plagas!

Pero el faraón, con su corazón endurecido, se negó una vez más.

Dios cumplió su advertencia. Un rugido resonó en el cielo y una nube oscura cubrió Egipto. Eran langostas, millones de ellas, devorando todos los cultivos. No dejaron ni una sola hoja en los campos.

El faraón, aterrorizado, llamó a Moisés:

— ¡Por favor, quiten esta plaga y dejaré ir a su pueblo!

Moisés oró a Dios, y el viento se llevó las langostas. Pero en cuanto la plaga desapareció, el faraón cambió de opinión y no los dejó ir.

Entonces, Dios envió otra plaga: una oscuridad tan espesa que los egipcios no podían ver nada. Durante tres días, la gente tropezaba en sus casas, incapaz de encender fuego ni moverse. Pero en la tierra de los israelitas, la luz seguía brillando.

El faraón llamó a Moisés:

— Pueden irse… pero dejen aquí a sus ovejas y vacas.

Moisés negó con la cabeza:

— No, debemos llevar todo con nosotros.

El faraón se enfureció y gritó:

— ¡No volverás a ver mi rostro!

Dios habló a Moisés:

— Esta será la última plaga. Y después de esto, el faraón los dejará ir.

Esa noche, el ángel de Dios pasaría por Egipto y quitaría la vida a los primogénitos de cada familia egipcia. Pero Dios dio una instrucción a los israelitas: debían pintar los dinteles de sus puertas con la sangre de un cordero para que el ángel pasara de largo.

Esa noche, un lamento estremeció Egipto. Desde la casa del faraón hasta la cabaña más humilde, hubo llanto y dolor.

El faraón, derrotado, llamó a Moisés y le dijo:

— ¡Váyanse! ¡Llévense todo y nunca regresen!

Los israelitas, listos para partir, tomaron su pan sin levadura y salieron apresurados. Era el momento de la libertad.

Dios ordenó a su pueblo que recordaran esta noche para siempre. Así nació la Pascua, la fiesta que celebra la libertad de Israel.

Cada año, los israelitas comerían pan sin levadura y recordarían cómo Dios los sacó de Egipto con mano poderosa.

Moisés sonrió al ver a su pueblo libre y les dijo:

— Nunca olvidemos lo que Dios hizo por nosotros.

Y así comenzó el viaje de los hijos de Israel hacia la Tierra Prometida.