Parashá para niños - La Luz del Santuario y las Vestiduras Sagradas

En una gran tienda en medio del desierto, Moisés escuchó la voz de Elohim:
— Los hijos de Israel traerán aceite puro de oliva para encender la lámpara del Tabernáculo. ¡Debe arder siempre!

Los artesanos prepararon el candelabro dorado, y Aarón, con gran reverencia, encendió la llama que nunca debía apagarse.

Elohim ordenó que Aarón y sus hijos fueran los sacerdotes de Israel. Para ello, debían usar vestiduras sagradas. Bezalel, un hábil artesano, bordó un manto azul con campanitas doradas y granadas de tela. El pectoral tenía doce piedras preciosas, representando a cada tribu.

Moisés llevó a Aarón y sus hijos al Tabernáculo. Con solemnidad, los ungió con aceite sagrado y les colocó las vestiduras. Luego, ofrecieron sacrificios para consagrarlos.

Elohim ordenó construir un altar de oro para quemar incienso. El humo perfumado subiría como una oración constante ante Él.

Moisés sonrió al ver el Tabernáculo listo, con la luz de la Menorá ardiendo, Aarón vestido como Sumo Sacerdote y el altar del incienso purificando el lugar. Ahora, Israel tenía un santuario donde el Creador estaría siempre presente.